(Artículo publicado por Jon Agiriano en el diario El Correo, 3 de mayo de 2009)
El equipo de un pueblo
La filosofía del Athletic, esa ley no escrita sobre la que tanto se ha escrito, tiene un origen difuso. No hay un momento concreto conocido a partir del cual el club bilbaíno decide competir de una manera peculiar, diferente a los demás. Que Veitch y Smith, los últimos extranjeros en jugar con el Athletic, dejaran la plantilla en 1912 no se debió a una decisión adoptada por la junta directiva. Fue una casualidad. Lo que ya no lo fue tanto fue que el club no volviera a contratar más foráneos. Era inevitable que un presidente nacionalista, Alejandro de la Sota (1911-17), y un equipo campeón como el de Pichichi y Belauste, formado por entero con jugadores vizcaínos, despertaran una corriente de exaltación de lo propio. Las últimas experiencias con extranjeros, además, habían provocado polémicas muy serias con la federación y con los rivales.
La historiografía rojiblanca se ha centrado en destacar la influencia que el nacionalismo vasco, entonces en pleno auge, tuvo a la hora de forjar la tradición y definir lo que Patxo Unzueta calificó como «la fisonomía espiritual del club». Pero lo cierto es que la implantación progresiva de la filosofía del Athletic hasta su completa adhesión popular trasciende la política y supera las ideologías. O mejor dicho: las abarca a todas. De ahí que, en su respeto integral a lo largo de los años, se hayan unido nacionalistas vascos y nacionalistas españoles, monárquicos y republicanos, liberales y carlistas, falangistas y comunistas. De hecho, algunos de los más escrupulosos y dogmáticos defensores de las esencias rojiblancas fueron los presidentes que gobernaron el club durante el franquismo. Y es que la filosofía del Athletic permitía que cada aficionado arrimara con ella el ascua a su sardina. «Continuaremos en lo sucesivo defendiendo los atléticos con jugadores vizcaínos, vascos, jugadores de España, pues no queremos nada de nadie», declaró un entusiasmado Enrique Guzmán tras la monumental victoria en la Copa de 1958.
¿Por qué sucede esto? Pues porque la realidad es que la filosofía del Athletic, con todas sus peculiaridades, contradicciones y malentendidos, se impuso y arraigó para siempre a base de victorias y alirones, de satisfacciones y grandes recibimientos con cohetes y bandas de música. En fin, que no se trataba de exacerbar las señas de identidad por un simple impulso ideológico sino por puro entusiasmo. No es casualidad que fuera el equipo de mister Pentland, el más grande y laureado de la historia del club, un equipo creado por un nacionalista como Manuel de la Sota que sólo quiso fichar jugadores vascos pero presidido luego por un hombre de derechas como Manuel Castellanos, el que acabara desatando el sentimiento básico y primigenio del que nace la filosofía rojiblanca: el orgullo. El puro, simple y lógico orgullo. Ni más ni menos. En el fondo, se trata de algo de lo más natural. ¿Qué mayor satisfacción puede haber para un bilbaíno que ganar, jugando sólo con chavales de casa, a equipos que ya entonces se reforzaban hasta los dientes como el Barça o el Madrid?
Un detalle con el inglés
La final de Copa de 1933 fue uno de esos hitos que acabaron de convertir al Athletic en un caso único en el fútbol mundial, como dijo 'L' Equipe'. Tras despistarse en la Liga y perder algunos partidos que le acabaron alejando del Real Madrid, el equipo rojiblanco llegó a la final de Copa obligado a la victoria. Mister Pentland había anunciado su marcha al final de temporada -no llegó a un acuerdo con la directiva y aceptó la oferta del Atlético de Madrid- y sus pupilos querían despedirle a lo grande, es decir, dejándole sin sombrero y haciendo una paradita estratégica en las Bodegas Bilbaínas de Haro antes del gran recibimiento en Bilbao. El problema es que, como en la Liga, en la final iban a tener enfrente al Real Madrid de los vascos, el de Ciriaco, Quincoces, Olaso, Lazcano, los hermanos Regueiro... Y Zamora de portero. Mucho toro.
El 25 de junio de 1933, el Athletic saltó al césped de Montjuic con una satisfacción: la de cruzarse con los jugadores del Erandio que acababan de ganar la final amateur. Era un buen presagio. El partido, sin embargo, se torció pronto para los rojiblancos. El Madrid, con el irundarra Luis Regueiro a la batuta, salió a morder. En el minuto 22, tras un chutazo de Olivares que Blasco no pudo atajar, Lazcano hizo el 1-0 para los blancos. La tropa bilbaína estaba tocada y pasó serios apuros hasta que comenzó a reaccionar, poco antes del descanso. En la segunda parte salió otro Athletic. La máquina se puso en marcha y el Madrid comenzó a pasarlo mal. Muy mal. En Montjuic sólo había un equipo. En el minuto 25, Gorostiza logró el empate y el colmillo rojiblanco se acabó de afilar. Tras el saque de centro, Roberto cortó un avance de Regueiro y envió el balón a Bata, que aquella tarde jugaba de interior izquierda por lesión de Chirri II. El baracaldés se la dio a Gorostiza, que se fue de Ciriaco y combinó con Lafuente. El capitán, como lo había hecho tres años antes con un jeringazo de estricnina, sacó su 'winchester', apuntó y disparó. Gol. 2-1.
Cuestión de alma
El Real Madrid no tuvo fuerzas para responder a un Athletic que se proclamó campeón entre el delirio de su hinchada. Ausente el pequeño de los Aguirrezabala, esta vez fue Urquizu el encargado de aplastar el bombín de mister Pentland. Era el sexto en cuatro años. Mientras regresaba a Bilbao en tren, Monchín escribía su crónica para la edición del martes de 'El Pueblo Vasco'. En ella no se limitaba a narrar el partido. Hablaba también del alma rojiblanca. «El fútbol es bien poca cosa y, si el Athletic, a la manera de tantos más, sólo fuera un equipo profesional, seguramente no habría entrado en la entraña del pueblo hasta lo más hondo», tecleó. También se refirió Monchín a la diferencia que ya entonces comenzaba a separar al Athletic de los demás. A su juicio, los jugadores rojiblancos hubieran sufrido la derrota con un dolor muy superior al que sintieron los jugadores vascos del Madrid ¿Por qué? Porque en los jugadores del Athletic, escribió, el disgusto de la derrota «era algo que afectaba a su pueblo, a sus amigos de la infancia, a sus hermanos».
viernes, 29 de octubre de 2010
lunes, 25 de octubre de 2010
lunes, 18 de octubre de 2010
sábado, 9 de octubre de 2010
miércoles, 6 de octubre de 2010
Historias de la Copa (1932)
(Artículo publicado por Jon Agiriano en el diario El Correo, 2 de mayo de 2009)
El quinto bombín
La tarde del domingo 19 de junio de 1932, Chamartín era un horno. Corría un ventarrón del sur y el sol caía a plomo sobre los graderíos. El terreno de juego estaba muy duro y seco. A nadie le hubiera sorprendido ver correr por él uno de esos arbustos que ruedan por los secarrales en las películas del Oeste. La hinchada del Athletic, alegre y bullanguera, resistía los sofocos con canciones y limonadas bien frescas. Los viajes a Madrid -20 pesetas en la baca de un autobús- ya eran algo popular en Bilbao y más de 4.000 incondicionales acudieron a presenciar la tercera final consecutiva que disputaba el equipo de mister Pentland. Entre todos ellos llamaron la atención -los hombres no iban precisamente de etiqueta- 18 descargadores de carbón del vapor 'Llodio' que la víspera del partido, tras cobrar su jornal, se lanzaron carretera adelante hacia Madrid, bien aferrados a un pellejo de vino, en uno de los viejos camiones con los que trabajaban en el puerto.
Después de dos dobletes seguidos, el Athletic era el enemigo a batir. Todos los equipos daban lo mejor de sí mismos cuando se enfrentaban a la máquina bilbaína, temida y envidiada por las hinchadas rivales. Durante el campeonato de Liga, los rojiblancos vivieron una invasión de campo en Mendizorroza y una agresión a Lafuente en Las Corts. La presión era muy fuerte y el Athletic lo acusó. Su juego de ataque no fue tan contundente como en las dos temporadas anteriores y un par de derrotas inesperadas le impidieron revalidar el título de Liga, que fue a parar al Real Madrid. Tras un mes de descanso, en mayo comenzó la Copa. El Athletic tenía una cuenta pendiente. No se imaginaba acabando la temporada sin un título. El equipo estaba fresco y, además, había conseguido, por fin, la incorporación de Cilaurren, cuyo fichaje fue un movidón que se prolongó durante meses, al estilo de lo que sucedió con Gorostiza.
Dos estilos
Lo cierto es que la bronca con el Arenas por hacerse con los servicios de Leonardo Cilaurren, internacional a los 19 años, mereció la pena. El rubio carnicero de Zorroza era un futbolista excepcional. Con el paso del tiempo, se le consideró el mejor medio derecho del Athletic -y del fútbol español- de todos los tiempos. Como a otros grandes jugadores vascos de la época enrolados en el equipo Euzkadi, la Guerra Civil le llevó al exilio. Terminó su carrera deportiva en el River Plate antes de regresar a España y abrir en Madrid un restaurante que, durante años, fue foco de reunión de los aficionados del Athletic cada vez que se desplazaban a la capital de España. El concurso de Cilaurren fue importante para que los rojiblancos avanzaran hasta la final de Copa con la determinación de un tanque. Real Unión y Alavés fueron los primeros en caer. En semifinales, el Español fue una marioneta. 8-1 en San Mamés y 0-4 en Sarriá.
La final iba a ser distinta, un duelo apretadísimo ante el Barcelona. Curiosamente, una lesión dejó a Cilaurren fuera de su primera lucha por el título. Uribe ocupó su puesto. Pedro Escartín lanzó la moneda al aire y Samitier acertó en el sorteo de campos. El Barça jugaría la primera parte con el viento a favor. Cuando el balón se puso a rodar quedó patente que la final sería, como estaba cantado, un duelo de estilos, con los catalanes jugando al toque y los vascos buscando por las bandas el camino más corto hasta la portería de Nogués. El pulso no pudo ser más equilibrado durante toda la primer mitad. Al Barça le sobraba posesión y le faltaba profundidad. El Athletic, por su parte, se defendía a contra viento, bien sostenido por Blasco, Urquizu y Castellanos, a la espera de que Chirri II y Lafuente hilaran algún contragolpe.
En el minuto 32, Roberto cortó con la mano un centro de Pedrol. La jugada no entrañaba mayor peligro, pero lo cierto es que el eibarrés tocó el balón de forma intencionada. El típico acto reflejo, vamos. Escartín se dirigió al punto de penalti encogiéndose de hombros. Los jugadores del Athletic no protestaron. La pena máxima la lanzó Zabalo, un defensa. Arocha estaba un poco tocado y ningún otro futbolista del Barcelona quiso asumir la responsabilidad. En Chamartín se hizo el silencio. Zabalo chutó fuerte, pero el balón se le fue por encima del larguero. Los jugadores rojiblancos respiraron aliviados y se lanzaron al ataque. El Barça, sin embargo, se defendió con solvencia. Nogués estaba tan acertado como Blasco, Alcoriza pegaba duro y Zabalo, pese a su error en el penalti, no perdía la concentración.
Teatro de Samitier
En la segunda parte se mantuvo el equilibrio. El calor comenzaba a hacer mella en los dos equipos. Samitier hacía mucho teatro en cada falta y no es aventurado suponer que los jugadores del Athletic le preguntaran si era el exceso de sol lo que le inducía a semejante dramatismo. Se llegó así al minuto 58. Blasco despejó de puños un centro de Arocha y el balón lo recogió Uribe, que se lo entregó rápido a Iraragorri. El Chato eligió la mejor opción: Lafuente. El capitán rojiblanco recibió el cuero y sacó brillo a su lámpara maravillosa. Con una finta se fue de Martí y encaró a Alcoriza, al que dejó atrás, convencido de sus limitaciones y de las miserias de la vida. Cerca del banderín de córner, sacó un centro medido al corazón del área, a la cabeza de Bata, que no tuvo ni que moverse para rematar a la red. Nada pudo hacer Nogués.
El Barcelona no tuvo fuerzas para reaccionar. Estaba muerto. Demasiado calor. Demasiada cuesta arriba. La hinchada rojiblanca estalló cuando Lafuente recogió la Copa en propiedad de manos de un encantado Indalecio Prieto, ministro de Obras Públicas del Gobierno republicano. Luego, en el vestuario, Chirri II cumplió el rito de aplastar el bombín de mister Pentland. Era el quinto en tres años.
El quinto bombín
La tarde del domingo 19 de junio de 1932, Chamartín era un horno. Corría un ventarrón del sur y el sol caía a plomo sobre los graderíos. El terreno de juego estaba muy duro y seco. A nadie le hubiera sorprendido ver correr por él uno de esos arbustos que ruedan por los secarrales en las películas del Oeste. La hinchada del Athletic, alegre y bullanguera, resistía los sofocos con canciones y limonadas bien frescas. Los viajes a Madrid -20 pesetas en la baca de un autobús- ya eran algo popular en Bilbao y más de 4.000 incondicionales acudieron a presenciar la tercera final consecutiva que disputaba el equipo de mister Pentland. Entre todos ellos llamaron la atención -los hombres no iban precisamente de etiqueta- 18 descargadores de carbón del vapor 'Llodio' que la víspera del partido, tras cobrar su jornal, se lanzaron carretera adelante hacia Madrid, bien aferrados a un pellejo de vino, en uno de los viejos camiones con los que trabajaban en el puerto.
Después de dos dobletes seguidos, el Athletic era el enemigo a batir. Todos los equipos daban lo mejor de sí mismos cuando se enfrentaban a la máquina bilbaína, temida y envidiada por las hinchadas rivales. Durante el campeonato de Liga, los rojiblancos vivieron una invasión de campo en Mendizorroza y una agresión a Lafuente en Las Corts. La presión era muy fuerte y el Athletic lo acusó. Su juego de ataque no fue tan contundente como en las dos temporadas anteriores y un par de derrotas inesperadas le impidieron revalidar el título de Liga, que fue a parar al Real Madrid. Tras un mes de descanso, en mayo comenzó la Copa. El Athletic tenía una cuenta pendiente. No se imaginaba acabando la temporada sin un título. El equipo estaba fresco y, además, había conseguido, por fin, la incorporación de Cilaurren, cuyo fichaje fue un movidón que se prolongó durante meses, al estilo de lo que sucedió con Gorostiza.
Dos estilos
Lo cierto es que la bronca con el Arenas por hacerse con los servicios de Leonardo Cilaurren, internacional a los 19 años, mereció la pena. El rubio carnicero de Zorroza era un futbolista excepcional. Con el paso del tiempo, se le consideró el mejor medio derecho del Athletic -y del fútbol español- de todos los tiempos. Como a otros grandes jugadores vascos de la época enrolados en el equipo Euzkadi, la Guerra Civil le llevó al exilio. Terminó su carrera deportiva en el River Plate antes de regresar a España y abrir en Madrid un restaurante que, durante años, fue foco de reunión de los aficionados del Athletic cada vez que se desplazaban a la capital de España. El concurso de Cilaurren fue importante para que los rojiblancos avanzaran hasta la final de Copa con la determinación de un tanque. Real Unión y Alavés fueron los primeros en caer. En semifinales, el Español fue una marioneta. 8-1 en San Mamés y 0-4 en Sarriá.
La final iba a ser distinta, un duelo apretadísimo ante el Barcelona. Curiosamente, una lesión dejó a Cilaurren fuera de su primera lucha por el título. Uribe ocupó su puesto. Pedro Escartín lanzó la moneda al aire y Samitier acertó en el sorteo de campos. El Barça jugaría la primera parte con el viento a favor. Cuando el balón se puso a rodar quedó patente que la final sería, como estaba cantado, un duelo de estilos, con los catalanes jugando al toque y los vascos buscando por las bandas el camino más corto hasta la portería de Nogués. El pulso no pudo ser más equilibrado durante toda la primer mitad. Al Barça le sobraba posesión y le faltaba profundidad. El Athletic, por su parte, se defendía a contra viento, bien sostenido por Blasco, Urquizu y Castellanos, a la espera de que Chirri II y Lafuente hilaran algún contragolpe.
En el minuto 32, Roberto cortó con la mano un centro de Pedrol. La jugada no entrañaba mayor peligro, pero lo cierto es que el eibarrés tocó el balón de forma intencionada. El típico acto reflejo, vamos. Escartín se dirigió al punto de penalti encogiéndose de hombros. Los jugadores del Athletic no protestaron. La pena máxima la lanzó Zabalo, un defensa. Arocha estaba un poco tocado y ningún otro futbolista del Barcelona quiso asumir la responsabilidad. En Chamartín se hizo el silencio. Zabalo chutó fuerte, pero el balón se le fue por encima del larguero. Los jugadores rojiblancos respiraron aliviados y se lanzaron al ataque. El Barça, sin embargo, se defendió con solvencia. Nogués estaba tan acertado como Blasco, Alcoriza pegaba duro y Zabalo, pese a su error en el penalti, no perdía la concentración.
Teatro de Samitier
En la segunda parte se mantuvo el equilibrio. El calor comenzaba a hacer mella en los dos equipos. Samitier hacía mucho teatro en cada falta y no es aventurado suponer que los jugadores del Athletic le preguntaran si era el exceso de sol lo que le inducía a semejante dramatismo. Se llegó así al minuto 58. Blasco despejó de puños un centro de Arocha y el balón lo recogió Uribe, que se lo entregó rápido a Iraragorri. El Chato eligió la mejor opción: Lafuente. El capitán rojiblanco recibió el cuero y sacó brillo a su lámpara maravillosa. Con una finta se fue de Martí y encaró a Alcoriza, al que dejó atrás, convencido de sus limitaciones y de las miserias de la vida. Cerca del banderín de córner, sacó un centro medido al corazón del área, a la cabeza de Bata, que no tuvo ni que moverse para rematar a la red. Nada pudo hacer Nogués.
El Barcelona no tuvo fuerzas para reaccionar. Estaba muerto. Demasiado calor. Demasiada cuesta arriba. La hinchada rojiblanca estalló cuando Lafuente recogió la Copa en propiedad de manos de un encantado Indalecio Prieto, ministro de Obras Públicas del Gobierno republicano. Luego, en el vestuario, Chirri II cumplió el rito de aplastar el bombín de mister Pentland. Era el quinto en tres años.
sábado, 2 de octubre de 2010
Manolo Delgado Meco
Desde aquí quiero agradecer a JUSTO LÓPEZ CARREÑO por permitirme la publicación de este post. Esta información la encontré por casualidad en la siguiente dirección:
http://www.justorien.es/deportivos/Primera/delgado.php. Un pequeño gran homenaje para esa leyenda viva del Athletic Club como es Manolo Delgado Meco.
------------------------------ooo0ooo------------------------------
"Otro de los alcazareños de quien puedo hablar desde la cercanía del conocimiento y el afecto es de Manolo Delgado. Ya era un referente de admiración deportiva cuando los más pequeños que acudíamos a clase de los PP. Trinitarios, entonces Academia “Balmes”, veíamos a esos mayores que jugaban tanto al fútbol como al baloncesto o nadaban de maravilla en la piscina Macris y organizaban aquellos saraos espectaculares para las fiestas de Santo Tomás de Aquino. Nosotros hubiéramos querido imitarlos en muchas cosas, pero, ciertamente, dejaron el listón muy alto.
Manuel Delgado Meco nació en Alcázar de San Juan el 7 de julio de 1945, en la calle General Primo de Rivera. Hijo de Adoración Meco Portillo de Alcázar de San Juan y Antonio Delgado Moreno-Manzanaro de Herencia. Se trasladan sus padres a la calle Pintor Lizcano, n.° 10 donde vive hasta los 15 años y finalmente fijan la residencia en el Paseo del Parque de Cervantes.
Estudia en las Escuelas Ferroviarias, posteriormente en la Academia “Balmes” de los PP. Trinitarios y se matricula en Ingeniería Técnica Industrial en la Escuela de la calle Embajadores de Madrid. Se le concede una beca de la Diputación Provincial de Ciudad Real para cursar la recién creada carrera de E. Física en el Instituto Nacional de Educación Física de Madrid. Esta Beca, que mantendrá a lo largo de todo el periodo de estudios, fue con cargo a los porcentajes de las quinielas. Finalmente consigue titularse en la especialidad de Fútbol. Personalmente siempre recordaré su interés porque yo siguiese sus pasos, aconsejando a mi padre e incluso facilitándome los impresos para hacer la matrícula, que finalmente desestimé optando por cursar en Ciudad Real los estudios de Magisterio.
Desde muy niño Manolo, como la mayoría de los niños de su edad, jugaba al fútbol y al baloncesto, en todos los sitios, calles, eras y plazas. En ese tiempo fue jugador de baloncesto con Acción Católica, Balmes C.B. etc., y con la selección de Alcázar quedó campeón Regional.
A los 15 años fue fichado por el Villafranca, que tenía como entrenador a Juan Garrido. Con el paso de los años, Manolo recuerda con cariño a sus antiguos compañeros y los invita a cenar para reverdecer antiguos episodios y viejas amistades. En una de las fotos que ilustran este texto se le puede ver con ese grupo de antiguos jugadores del Villafranca.
Siendo entrenador Humaran juega en el Alcázar y a la edad de 16 años es fichado como juvenil por el Real Madrid, quedando en la temporada (1962-63) subcampeón de España. En la temporada siguiente juega como Amateur en el Real Madrid quedando campeón de España. En el año 1964 ficha por el Calvo Sotelo en la 2ª División, jugando tres temporadas. En la temporada 67-68, ficha por unos meses con el Manchego C. F., mientras acaba la mili en el Regimiento de Artillería de Ciudad Real.
Una vez finalizada la mili entra a formar parte del Boetticher (2ª B) sufriendo en la temporada 68-69 una lesión grave, continuando una temporada más. Después es traspasado al Talavera en el año 1970 donde vivirá como jugador de fútbol las dos últimas temporadas de su vida, ya que después de una grave lesión y siendo ya licenciado en Educación Física, toma la decisión de dedicarse a la enseñanza del fútbol.
Corría el año 1972 cuando Manolo comienza su actividad como Técnico y Pedagogo de la Educación Física y Deporte en la Escuela Nacional de Entrenadores de Fútbol. La asignatura que imparte es Teoría y Práctica del Entrenamiento. En ese mismo año es contratado como preparador físico por el Real Mallorca (2ª División), siendo llamado por el seleccionador nacional juvenil, Héctor Rial, como preparador para participar en el Campeonato Juvenil UEFA, que se celebró en Barcelona (Mayo 1972).
Del 1973 al 1975 presta sus servicios en el C.D. Tenerife (2ª División). Pero es en el año 1975 cuando se produce en la vida deportiva de Manolo, el acontecimiento más importante, es llamado como preparador físico por el Athletic de Bilbao, club en el que permanece en la actualidad.
De estos años en el club bilbaíno caben resaltar dos títulos de liga, un titulo de la Copa de S.M. el Rey, un subcampeonato de la UEFA, sub-campeonato de la copa de S.M. el Rey, además de los conseguidos por los juveniles del Bilbao (Liga y Copa de S.M. el Rey).
En 1982 es llamado por la Real Federación Española de Fútbol como preparador físico de la Selección Nacional Sub 21, siendo entrenador Luis Suárez, y quedando subcampeón de Europa. El salto a la Selección Absoluta, lo da, de la mano de Miguel Muñoz, debutando como preparador físico en el Campeonato del Mundo de México (Fase Final).
Entre los numerosos homenajes que Delgado Meco ha recibido por toda la geografía nacional, nunca olvidará el que le dispensó su localidad natal: Alcázar de San Juan. El ayuntamiento le nombró hijo predilecto y recibió la insignia de oro al Mérito Deportivo en mayo de 1990. El Athlétic de Bilbao se enfrentó a un combinado formado por Cedrún; Camacho, Goichoechea, Alexanco, Rivas, Ayúcar, Milla, Sarabia, Elguezábal, Reces y Baltasar. Se recaudaron 875.000 pesetas que fueron destinadas a los minusválidos y al Asilo de Ancianos de la localidad alcazareña. Además de otra cantidad similar para la promoción de las categorías inferiores en su propio pueblo.
Como profesional, ha sido uno de los pioneros en la preparación física aplicada al fútbol en nuestro país. Todavía resuenan ciertas polémicas sobre la capacidad de sus métodos frente a los planteados por Carlos Alvarez del Villar, otro de los iniciadores en la introducción de la importancia de esta preparación en la mejora del rendimiento de los equipos. Por otro lado, aunque el tiempo no perdona, aún sigue en las instalaciones de Sta. María de Lezama, en Bilbao, ayudando a los intereses de su Club, en el que será siempre una figura legendaria por su contribución y su larga permanencia.
En el plano personal ha sido y sigue siendo una persona sencilla y hospitalaria, que ha abierto las puertas a multitud de alcazareños que se han acercado hasta San Mamés para presenciar un encuentro o a Lezama para conocer sus instalaciones. Yo mismo lo he comprobado, en alguno de mis viajes por tierras vizcaínas, visitando su propio hogar, en Las Arenas de Guecho, presenciando junto a nuestras familias una final de la copa del Rey por televisión y gozando de su amable y afectuosa camaradería."
@ JUSTO LÓPEZ CARREÑO. Junio 2008.
ALGUNAS FUENTES CONSULTADAS
- Libro Homenaje a Manuel Delgado Meco “Hijo predilecto”. Excmo. Ayuntamiento de Alcázar de San Juan.
- “Deportistas Quijotes de Castilla-La Mancha”. JCCM 2005.
- “Fútbol y Sociedad en Puertollano en el siglo XX. 1920-2000” de Luis F. Pizarro Ruiz.
http://www.justorien.es/deportivos/Primera/delgado.php. Un pequeño gran homenaje para esa leyenda viva del Athletic Club como es Manolo Delgado Meco.
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"Otro de los alcazareños de quien puedo hablar desde la cercanía del conocimiento y el afecto es de Manolo Delgado. Ya era un referente de admiración deportiva cuando los más pequeños que acudíamos a clase de los PP. Trinitarios, entonces Academia “Balmes”, veíamos a esos mayores que jugaban tanto al fútbol como al baloncesto o nadaban de maravilla en la piscina Macris y organizaban aquellos saraos espectaculares para las fiestas de Santo Tomás de Aquino. Nosotros hubiéramos querido imitarlos en muchas cosas, pero, ciertamente, dejaron el listón muy alto.
Manuel Delgado Meco nació en Alcázar de San Juan el 7 de julio de 1945, en la calle General Primo de Rivera. Hijo de Adoración Meco Portillo de Alcázar de San Juan y Antonio Delgado Moreno-Manzanaro de Herencia. Se trasladan sus padres a la calle Pintor Lizcano, n.° 10 donde vive hasta los 15 años y finalmente fijan la residencia en el Paseo del Parque de Cervantes.
Estudia en las Escuelas Ferroviarias, posteriormente en la Academia “Balmes” de los PP. Trinitarios y se matricula en Ingeniería Técnica Industrial en la Escuela de la calle Embajadores de Madrid. Se le concede una beca de la Diputación Provincial de Ciudad Real para cursar la recién creada carrera de E. Física en el Instituto Nacional de Educación Física de Madrid. Esta Beca, que mantendrá a lo largo de todo el periodo de estudios, fue con cargo a los porcentajes de las quinielas. Finalmente consigue titularse en la especialidad de Fútbol. Personalmente siempre recordaré su interés porque yo siguiese sus pasos, aconsejando a mi padre e incluso facilitándome los impresos para hacer la matrícula, que finalmente desestimé optando por cursar en Ciudad Real los estudios de Magisterio.
Desde muy niño Manolo, como la mayoría de los niños de su edad, jugaba al fútbol y al baloncesto, en todos los sitios, calles, eras y plazas. En ese tiempo fue jugador de baloncesto con Acción Católica, Balmes C.B. etc., y con la selección de Alcázar quedó campeón Regional.
A los 15 años fue fichado por el Villafranca, que tenía como entrenador a Juan Garrido. Con el paso de los años, Manolo recuerda con cariño a sus antiguos compañeros y los invita a cenar para reverdecer antiguos episodios y viejas amistades. En una de las fotos que ilustran este texto se le puede ver con ese grupo de antiguos jugadores del Villafranca.
Siendo entrenador Humaran juega en el Alcázar y a la edad de 16 años es fichado como juvenil por el Real Madrid, quedando en la temporada (1962-63) subcampeón de España. En la temporada siguiente juega como Amateur en el Real Madrid quedando campeón de España. En el año 1964 ficha por el Calvo Sotelo en la 2ª División, jugando tres temporadas. En la temporada 67-68, ficha por unos meses con el Manchego C. F., mientras acaba la mili en el Regimiento de Artillería de Ciudad Real.
Una vez finalizada la mili entra a formar parte del Boetticher (2ª B) sufriendo en la temporada 68-69 una lesión grave, continuando una temporada más. Después es traspasado al Talavera en el año 1970 donde vivirá como jugador de fútbol las dos últimas temporadas de su vida, ya que después de una grave lesión y siendo ya licenciado en Educación Física, toma la decisión de dedicarse a la enseñanza del fútbol.
Corría el año 1972 cuando Manolo comienza su actividad como Técnico y Pedagogo de la Educación Física y Deporte en la Escuela Nacional de Entrenadores de Fútbol. La asignatura que imparte es Teoría y Práctica del Entrenamiento. En ese mismo año es contratado como preparador físico por el Real Mallorca (2ª División), siendo llamado por el seleccionador nacional juvenil, Héctor Rial, como preparador para participar en el Campeonato Juvenil UEFA, que se celebró en Barcelona (Mayo 1972).
Del 1973 al 1975 presta sus servicios en el C.D. Tenerife (2ª División). Pero es en el año 1975 cuando se produce en la vida deportiva de Manolo, el acontecimiento más importante, es llamado como preparador físico por el Athletic de Bilbao, club en el que permanece en la actualidad.
De estos años en el club bilbaíno caben resaltar dos títulos de liga, un titulo de la Copa de S.M. el Rey, un subcampeonato de la UEFA, sub-campeonato de la copa de S.M. el Rey, además de los conseguidos por los juveniles del Bilbao (Liga y Copa de S.M. el Rey).
En 1982 es llamado por la Real Federación Española de Fútbol como preparador físico de la Selección Nacional Sub 21, siendo entrenador Luis Suárez, y quedando subcampeón de Europa. El salto a la Selección Absoluta, lo da, de la mano de Miguel Muñoz, debutando como preparador físico en el Campeonato del Mundo de México (Fase Final).
Entre los numerosos homenajes que Delgado Meco ha recibido por toda la geografía nacional, nunca olvidará el que le dispensó su localidad natal: Alcázar de San Juan. El ayuntamiento le nombró hijo predilecto y recibió la insignia de oro al Mérito Deportivo en mayo de 1990. El Athlétic de Bilbao se enfrentó a un combinado formado por Cedrún; Camacho, Goichoechea, Alexanco, Rivas, Ayúcar, Milla, Sarabia, Elguezábal, Reces y Baltasar. Se recaudaron 875.000 pesetas que fueron destinadas a los minusválidos y al Asilo de Ancianos de la localidad alcazareña. Además de otra cantidad similar para la promoción de las categorías inferiores en su propio pueblo.
Como profesional, ha sido uno de los pioneros en la preparación física aplicada al fútbol en nuestro país. Todavía resuenan ciertas polémicas sobre la capacidad de sus métodos frente a los planteados por Carlos Alvarez del Villar, otro de los iniciadores en la introducción de la importancia de esta preparación en la mejora del rendimiento de los equipos. Por otro lado, aunque el tiempo no perdona, aún sigue en las instalaciones de Sta. María de Lezama, en Bilbao, ayudando a los intereses de su Club, en el que será siempre una figura legendaria por su contribución y su larga permanencia.
En el plano personal ha sido y sigue siendo una persona sencilla y hospitalaria, que ha abierto las puertas a multitud de alcazareños que se han acercado hasta San Mamés para presenciar un encuentro o a Lezama para conocer sus instalaciones. Yo mismo lo he comprobado, en alguno de mis viajes por tierras vizcaínas, visitando su propio hogar, en Las Arenas de Guecho, presenciando junto a nuestras familias una final de la copa del Rey por televisión y gozando de su amable y afectuosa camaradería."
@ JUSTO LÓPEZ CARREÑO. Junio 2008.
ALGUNAS FUENTES CONSULTADAS
- Libro Homenaje a Manuel Delgado Meco “Hijo predilecto”. Excmo. Ayuntamiento de Alcázar de San Juan.
- “Deportistas Quijotes de Castilla-La Mancha”. JCCM 2005.
- “Fútbol y Sociedad en Puertollano en el siglo XX. 1920-2000” de Luis F. Pizarro Ruiz.