Doblete en 1943
Superados los problemas físicos derivados de su grave lesión, Piru afrontó con renovados bríos la temporada 1942-43, la que sería ya definitiva para su consagración como figura del fútbol. El Athletic se proclamó campeón de Liga con cierta autoridad, sacando tres puntos de ventaja al Sevilla y cuatro al F.C. Barcelona.
El equipo de San Mamés ganó 26 encuentros, empató cuatro y perdió seis. Hubo sonoras goleadas, tal como el 8-1 al Oviedo en La Catedral, o el 5-2 al Barça y el 5-0 al Sevilla. Por contra, en la Final copera sólo se doblegó por 1-0 al R. Madrid. Aparte de ese historico doblete, Piru Gainza vivió la alegría de seis Copas más en 1944, 45, 50, 55, 56 y 58, hasta totalizar así siete en su brillante palmarés, todo un récord personal.
De su faceta como goleador en el torneo de la regularidad hay que valorar sus 119 tantos, lo que le coloca en el quinto lugar dentro de la tabla de los mejores del Athletic de toda la historia, sólo por detras de Zarra, Dani, Arieta y Panizo. Aparte de la Liga, que disputó en diecinueve ocasiones, cabe resaltar lo de los ocho goles en un partido, dentro de la eliminatoria copera de 1947, que le endosó al Celta de Vigo en una memorable tarde de mayo, el día 18.
La final de Copa contra el Valencia (1945) en el viejo estadio de Montjuich (Barcelona) guarda una curiosa anecdota. Vascos y Levantinos estaban empatados a dos tantos a falta sólo de tres minutos para oír el pitido final del tiempo reglamentario. De repente, Piru fue capaz de poner al alcance de Iriondo un increíble balón, lo que, al menos en apariencia, parecia un prodigioso pase.
Era la jugada decisiva que otorgaba al Athletic su tercer título copero consecutivo en el primer lustro de los años 40. Aunque todo el mundo se quedó literalmente boquiabierto por esa exhibición de técnica, por semejante visión de juego, el propio basauritarra confesaría más tarde, en un rasgo de sinceridad que le honra, que todo fue producto de la suerte. Piru no se cortó al admitir que su objetivo era ese día chutar a puerta, y, por contra, le salió una involuntaria cesión a un compañero muy bien colocado.
"El Gamo de Dublín"
Como era de esperar, Piru iba para internacional absoluto. Sería seleccionado por un gran deportista barakaldés: Jacinto Quincoces (ex jugador del Alavés y del Real Madrid, campeón de Liga y Copa con este último equipo), que ya había vestido en 25 ocasiones la camiseta nacional como jugador.
Para el partido contra Portugal, amistoso, en el recién estrenado Estadio Nacional de Lisboa (11 de marzo de 1945), también fueron llamados del Athletic tres jugadores más: Zarra, Panizo e Iriondo, aunque sólo el primero acompañó en esta ocasión a Piru. Casualmente, el de Mungia y el de Basauri coincidieron en su condición de debutantes, formando a partir de ese día una explosiva pareja en el combiando estatal.
Agustín Gainza era el mejor relevo posible del legendario Bala Roja, y entregaría el simbólico testigo al tercero de los más grandes extremos zurdos que ha visto el Estado Español: Francisco Gento, cuando el cántabro ya estaba en las filas del Real Madrid. Piru jugó en 33 de las 36 ocasiones posibles en la selección española, desde 1945 a 1955, con el Mundial de Brasil como uno de los recuerdos más gratos.
Para la posteridad ha quedado el 2 de marzo de 1947 como el mejor partido internacional del basauritarra que ahora nos ocupa, y éso que los anfitriones ganaron por 3-2 este choque de carácter amistoso. Tanto irlandeses como españoles hablaron de la calidad mostrada por el chico de Basauri, convertido en auténtico líder del combiando hispano. Así las cosas, un cronista lo bautizó como "El Gamo de Dublín", y en verdad que no pudo ofrecer a sus lectores un apelativo más certero. Era la coletilla que le acompañaría de por vida.
(Fuente: Crónica del Athletic de Bilbao 1994 - 1995)
viernes, 28 de mayo de 2010
martes, 25 de mayo de 2010
Piru Gainza, El Gamo de Dublín (I)
Agustín Gainza Bikandi nació en la localidad vizcaina de Basauri (barrio de Pozokoetxe), el 28 de mayo de 1922. Fue el segundo de cinco hermanos. Dos de sus hermanos hicieron sus pinitos en el mundo del fútbol, es mas, su hermano Miguel perteneció al Athletic durante ocho temporadas.
Resulta curioso recordar ahora que Agustín sentía mucha más inclinación hacia la pelota vasca que por el balompié. Bajo la influencia de su hermano mayor, Miguel, comenzó a dar patadas al balón, aunque, todo hay que decirlo, sin demasiado entusiasmo. Así las cosas, se iniciaría incluso como guardameta, y de ahí precisamente surgió el apodo por el que será conocido de por vida. Es que Piru era en realidad el portero titular del Baskonia, y el jovencito Agustín heredó ese nombre gracias a sus espectaculares paradas cuando estaba en el equipo San Fausto, con el que jugó su primer partido oficial en 1937.
Por aquella época, el Athletic se encontraba realmente en cuadro como consecuencia de la Guerra Civil, con la mitad de la plantilla exiliada en el extranjero (por haber participado en la selección de Euskadi) y la otra parte movilizada por el régimen del general Franco. Se buscó una salida de urgencia para rehacer en lo posible las diezmadas filas rojiblancas, y para ello nada mejor que montar un torneo para encontrar nuevos jugadores. Agustín Gainza acudiría en las filas de otro equipo de Basauri: el Porrón, pero se desanimó bastante al caer con sus compañeros en la primera eliminatoria.
Lo cierto es que el fútbol seguía sin divertirle aún lo suficiente, y su padre, empleado de la Basconia, consiguió su entrada en la fábrica donde prestaba sus servicios, aunque la dureza de ese trabajo apenas dejaba tiempo libre para la práctica deportiva. No obstante, su hermano Miguel, que conocía las cualidades del nuevo extremo basauritarra, le animaba de forma constante a no desfallecer en la idea de dedicar un día toda la actividad al balompíe y a fe que no se equivocó.
Suplente de Gorostiza
Luego de varios intentos por parte del primer club del fúbol vizcaino, "Piru" Gainza se decidiria por los colores rojiblancos. Con sólo 17 años acabó firmando un contrato de aficionado con el Bilbao A.C., entonces filial del Athletic, sobre todo con la promesa de que se iba a gestionar el traslado de su hermano Miguel al Botxo, pues éste cumplía con sus obligaciones militare en Valencia. Poco tiempo después, Piru ya tenía entre sus manos un nuevo acuerdo escrito, ahora como profesional, lo que le permitió el salto al primer equipo.
El camino hacia el éxito se le antojaba dificilísimo, casi imposible, pues empezó como suplente de uno de sus ídolos: Guillermo Gorostiza, Bala Roja, un sobrenombre que venía otorgado al poseedor de una prodigiosa rapidez por la banda izquierda. Por si ello fuera poco, hacía gala de una escalofriante potencia de tiro.
Indudablenente, un jugador de la categoría de Bala Roja cerraba el paso a cualquier figura en ciernes. No obstante, la diosa fortuna se alió con Piru Gainza al marcharse el de Santurtzi al Valencia, quedando así vacante le puesto dejado por quien fue máximo goleador en dos temporadas: 1929-30 y 1930-31, con 20 y 12 goles, respectivamente, en competiciones con menos equipos que ahora.
De esa forma, la campaña liguera 1940-41 dejó abiertas de par en par las puertas del éxito al aspirante de 18 años. Con su hermano Miguel ya asentado en la primera plantilla rojiblanca, el basauritarra llamado a las mayores glorias futbolisticas adquiriría muy pronto en propiedad el puesto de extremo izquierdo.
El resurgir del Athletic
El debut de Piru Gainza con los "leones" se produjo en el campo del Hércules (Alicante), donde se perdió 1-0. Su presentación oficial en San Mamés resultó un fiasco, al recibir del Athletic de Aviación un severo correctivo. Nada hacía presagiar entonces una carrera de triunfos en el joven jugador basauritarra.
Encima, la suerte le volvió la espalda en el partido de vuelta jugado en el estadio de Vallecas contra el mismo equipo madrileño. Es que ese Día de Reyes de 1941 una durísima entrada de Mesa le fracturó la pierna izquierda. Resultado de esa acción antirreglamentaria: seis meses de convalecencia. A pesar de esta desgracia, el Athletic quedaría segundo en la Liga, justo detrás de su doble verdugo: el Athletic de Aviación, hoy Atlético de Madrid.
El capítulo más amargo en la vida de un deportista son las lesiones, y Piru, obviamente, no sería ajeno a ellas. Sufrió percances físicos de diversa consideración a lo largo de su dilatada carrera futbolística en la élite, pero sólo dos de ellas serían importantes. Una ya la hemos reseñado, y la otra, llegaría en 1947 por culpa de un defensa del Vasco de Gama en el Trofeo Teresa Herrera (La Coruña), que terminó con rotura del maléolo.
Los aficionados de "La Catedral" se armaron de paciencia para comprobar lo que podían dar de sí las nuevas incorporaciones de "leones", sobre todo con la amargura que supuso el séptimo puesto alcanzado en la Liga 1941-42. Pero se estaba formando un poderoso equipo con la llegada de los Panizo, Iriondo, Lezama, Nando, Zarra, Bilbao, etc.
Este último, mucho más recordado por el apelativo de Bala Negra, se convirtió en el auténtico comodín de una delantera de lujo, al ser capaz de jugar en los dos extremos y, llegado el caso, hasta de interior. Piru le cerró el paso a la titularidad en la banda izquierda, pues el de Basauri era un superclase, un intocable para el entrenador si no mediaban lesiones.
(Fuente: Crónica del Athletic de Bilbao 1994 - 1995)
Resulta curioso recordar ahora que Agustín sentía mucha más inclinación hacia la pelota vasca que por el balompié. Bajo la influencia de su hermano mayor, Miguel, comenzó a dar patadas al balón, aunque, todo hay que decirlo, sin demasiado entusiasmo. Así las cosas, se iniciaría incluso como guardameta, y de ahí precisamente surgió el apodo por el que será conocido de por vida. Es que Piru era en realidad el portero titular del Baskonia, y el jovencito Agustín heredó ese nombre gracias a sus espectaculares paradas cuando estaba en el equipo San Fausto, con el que jugó su primer partido oficial en 1937.
Por aquella época, el Athletic se encontraba realmente en cuadro como consecuencia de la Guerra Civil, con la mitad de la plantilla exiliada en el extranjero (por haber participado en la selección de Euskadi) y la otra parte movilizada por el régimen del general Franco. Se buscó una salida de urgencia para rehacer en lo posible las diezmadas filas rojiblancas, y para ello nada mejor que montar un torneo para encontrar nuevos jugadores. Agustín Gainza acudiría en las filas de otro equipo de Basauri: el Porrón, pero se desanimó bastante al caer con sus compañeros en la primera eliminatoria.
Lo cierto es que el fútbol seguía sin divertirle aún lo suficiente, y su padre, empleado de la Basconia, consiguió su entrada en la fábrica donde prestaba sus servicios, aunque la dureza de ese trabajo apenas dejaba tiempo libre para la práctica deportiva. No obstante, su hermano Miguel, que conocía las cualidades del nuevo extremo basauritarra, le animaba de forma constante a no desfallecer en la idea de dedicar un día toda la actividad al balompíe y a fe que no se equivocó.
Suplente de Gorostiza
Luego de varios intentos por parte del primer club del fúbol vizcaino, "Piru" Gainza se decidiria por los colores rojiblancos. Con sólo 17 años acabó firmando un contrato de aficionado con el Bilbao A.C., entonces filial del Athletic, sobre todo con la promesa de que se iba a gestionar el traslado de su hermano Miguel al Botxo, pues éste cumplía con sus obligaciones militare en Valencia. Poco tiempo después, Piru ya tenía entre sus manos un nuevo acuerdo escrito, ahora como profesional, lo que le permitió el salto al primer equipo.
El camino hacia el éxito se le antojaba dificilísimo, casi imposible, pues empezó como suplente de uno de sus ídolos: Guillermo Gorostiza, Bala Roja, un sobrenombre que venía otorgado al poseedor de una prodigiosa rapidez por la banda izquierda. Por si ello fuera poco, hacía gala de una escalofriante potencia de tiro.
Indudablenente, un jugador de la categoría de Bala Roja cerraba el paso a cualquier figura en ciernes. No obstante, la diosa fortuna se alió con Piru Gainza al marcharse el de Santurtzi al Valencia, quedando así vacante le puesto dejado por quien fue máximo goleador en dos temporadas: 1929-30 y 1930-31, con 20 y 12 goles, respectivamente, en competiciones con menos equipos que ahora.
De esa forma, la campaña liguera 1940-41 dejó abiertas de par en par las puertas del éxito al aspirante de 18 años. Con su hermano Miguel ya asentado en la primera plantilla rojiblanca, el basauritarra llamado a las mayores glorias futbolisticas adquiriría muy pronto en propiedad el puesto de extremo izquierdo.
El resurgir del Athletic
El debut de Piru Gainza con los "leones" se produjo en el campo del Hércules (Alicante), donde se perdió 1-0. Su presentación oficial en San Mamés resultó un fiasco, al recibir del Athletic de Aviación un severo correctivo. Nada hacía presagiar entonces una carrera de triunfos en el joven jugador basauritarra.
Encima, la suerte le volvió la espalda en el partido de vuelta jugado en el estadio de Vallecas contra el mismo equipo madrileño. Es que ese Día de Reyes de 1941 una durísima entrada de Mesa le fracturó la pierna izquierda. Resultado de esa acción antirreglamentaria: seis meses de convalecencia. A pesar de esta desgracia, el Athletic quedaría segundo en la Liga, justo detrás de su doble verdugo: el Athletic de Aviación, hoy Atlético de Madrid.
El capítulo más amargo en la vida de un deportista son las lesiones, y Piru, obviamente, no sería ajeno a ellas. Sufrió percances físicos de diversa consideración a lo largo de su dilatada carrera futbolística en la élite, pero sólo dos de ellas serían importantes. Una ya la hemos reseñado, y la otra, llegaría en 1947 por culpa de un defensa del Vasco de Gama en el Trofeo Teresa Herrera (La Coruña), que terminó con rotura del maléolo.
Los aficionados de "La Catedral" se armaron de paciencia para comprobar lo que podían dar de sí las nuevas incorporaciones de "leones", sobre todo con la amargura que supuso el séptimo puesto alcanzado en la Liga 1941-42. Pero se estaba formando un poderoso equipo con la llegada de los Panizo, Iriondo, Lezama, Nando, Zarra, Bilbao, etc.
Este último, mucho más recordado por el apelativo de Bala Negra, se convirtió en el auténtico comodín de una delantera de lujo, al ser capaz de jugar en los dos extremos y, llegado el caso, hasta de interior. Piru le cerró el paso a la titularidad en la banda izquierda, pues el de Basauri era un superclase, un intocable para el entrenador si no mediaban lesiones.
(Fuente: Crónica del Athletic de Bilbao 1994 - 1995)
jueves, 20 de mayo de 2010
Venancio, la polivalencia del "cañon rojiblanco"
Venancio Pérez García nació en la localidad vizcaina de Sestao el 22 de abril de 1921. Sufrió una dura infancia, ya que su padre falleció cuando solamente contaba con seis años de edad.
Este sestaotarra, de la mejor cantera del Athletic de todos los tiempos, ingresó en la fábrica Earle para buscarse un porvenir. En su año de actividad profesional se llegó a cortar la primera falange de su dedo indice, en la mano derecha.
Estamos ante un deportista atípico en sus comienzos. Cuando hizo su período de mili en Vitoria toda su experiencia anterior se podía resumir así: unos cuantos partidillos de amigos en las calles, utilizando alpargatas en lugar de las botas reglamentarias.
Un buen día, para tener derecho al doble rancho y ser rebajado de los sevicios más molestos, Venancio, ni corto ni perezoso, se apuntó a la convocatoria de deportistas voluntarios. De ese modo coincidió con Martín, el mismo que llegaría a ser un fenomenal delantero centro en el F.C. Barcelona, y con el que se enfrentó en más de una ocasión en su época de "león".
Así las cosas, fue el servicio militar quien catapultó al de Sestao hacia el balompié, provocando lo que algunos expertos han definido como una explosión tardía. Pudo fichar por el Erandio en cuanto quedó libre de obligaciones castrenses, en 1944, a los 23 años de edad. Sus progresos eran ya tan meteóricos que por fuerza debía llamr la atención del Athletic Club. Estaba recuperando a marchas forzadas el tiempo perdido para la práctica del llamado deporte rey.
Dotado de una notable polivalencia, Venancio era capaz de jugar en cualquier puesto, excepción hecha del portero, sobre un terreno de juego. Si el entrenador le ponía de interior, le daba exactamente igual actuar en la banda derecha o en la izquierda.
En algunos partidos llegaría a ocupar la posición de delantero centro. Al final de su carrera futbolística hasta actuó de defensa central, por decisión de Fernando Daucik.
Su cesión al Barakaldo resultó de lo más polémica, ciertamente mayor de lo que se podía esperar. La afición de "La Catedral" se encontraba dividida con el sestaotarra que ahora nos ocupa. Estaba el sector que habia sabido apreciar sus goles, y luego el que solía expresar su enojo a base de gritos por los fallos de quien había alcanzado algo tarde la categoría de "león".
Tras un partido contra el Alcoyano, Venancio se reafirmó en la idea de que estaba capacitando para jugar junto a los "Cuatro Mosqueteros", como él mismo solía llamar a Iriondo, Zarra, Panizo y "Piru" Gainza. Así entró a formar parte de la gran historia rojiblanca y de la mítica delantera.
Durante sus años de permanencia al Club de los "leones" de San Mamés ganaría cuatro copas en total (las de 1945, 50, 55 y 56) y una liga (1956), el año de su retirada del fútbol activo. A lo largo de este tiempo participó en 167 partidos de liga, en 37 de copa y en 45 encuentros de carácter amistoso.
Su debut con la selección absoluta estatal tuvo lugar en Dublín. Siempre a las órdenes de Pedro Escartín, coincidió en el combinado hispano con hombres de la calidad del azulgrana Kubala.
Señalemos que su consagración como jugador de élite había surgido como un cohete, en el transcurso de la temporada 1948-49. Fue cuando ya definitivamente pasó del Barakaldo al Athletic de jugar en segunda división a primera como "león" y pronto a la internacionalidad absoluta.
Siempre supo compaginar la prática deportiva con su trabajo en Altos Hornos de Vizcaya. Con toda lógica, una vez retirado dedicaría sus energías laborales al negocio del hierro a tenor de la experiencia adquirida en la siderurgia.
Su último contacto con el Club sería ya como miembro de la Junta Directiva en la etapa del presidente Oraá.
Falleció el 28 de noviembre de 1994, en San Sebastián, víctima de una dolorosa enfermedad. Cientos de personas se darían obligada cita al día siguiente en la iglesia parroquial de Las Mercedes del barrio de Las Arenas (Getxo), donde vivía. Zarra, Iriondo y Gainza, los entonces tres supervivientes de la legendaria delantera, mostraron en publico su dolor, una profunda consternación, por el compañero deportivo desaparecido, por el amigo en suma. El Athletic estuvo muy bien representado en las honras fúnebres, con su presidente a la cabeza, José Mª Arrate, los miembros de la Junta Directiva, varios ex-mandatarios rojiblancos, jugadores en activo y diversos miembros del cuerpo técnico.
(Fuente: Crónica del Athletic de Bilbao 1994 - 1995)
Este sestaotarra, de la mejor cantera del Athletic de todos los tiempos, ingresó en la fábrica Earle para buscarse un porvenir. En su año de actividad profesional se llegó a cortar la primera falange de su dedo indice, en la mano derecha.
Estamos ante un deportista atípico en sus comienzos. Cuando hizo su período de mili en Vitoria toda su experiencia anterior se podía resumir así: unos cuantos partidillos de amigos en las calles, utilizando alpargatas en lugar de las botas reglamentarias.
Un buen día, para tener derecho al doble rancho y ser rebajado de los sevicios más molestos, Venancio, ni corto ni perezoso, se apuntó a la convocatoria de deportistas voluntarios. De ese modo coincidió con Martín, el mismo que llegaría a ser un fenomenal delantero centro en el F.C. Barcelona, y con el que se enfrentó en más de una ocasión en su época de "león".
Así las cosas, fue el servicio militar quien catapultó al de Sestao hacia el balompié, provocando lo que algunos expertos han definido como una explosión tardía. Pudo fichar por el Erandio en cuanto quedó libre de obligaciones castrenses, en 1944, a los 23 años de edad. Sus progresos eran ya tan meteóricos que por fuerza debía llamr la atención del Athletic Club. Estaba recuperando a marchas forzadas el tiempo perdido para la práctica del llamado deporte rey.
Dotado de una notable polivalencia, Venancio era capaz de jugar en cualquier puesto, excepción hecha del portero, sobre un terreno de juego. Si el entrenador le ponía de interior, le daba exactamente igual actuar en la banda derecha o en la izquierda.
En algunos partidos llegaría a ocupar la posición de delantero centro. Al final de su carrera futbolística hasta actuó de defensa central, por decisión de Fernando Daucik.
Su cesión al Barakaldo resultó de lo más polémica, ciertamente mayor de lo que se podía esperar. La afición de "La Catedral" se encontraba dividida con el sestaotarra que ahora nos ocupa. Estaba el sector que habia sabido apreciar sus goles, y luego el que solía expresar su enojo a base de gritos por los fallos de quien había alcanzado algo tarde la categoría de "león".
Tras un partido contra el Alcoyano, Venancio se reafirmó en la idea de que estaba capacitando para jugar junto a los "Cuatro Mosqueteros", como él mismo solía llamar a Iriondo, Zarra, Panizo y "Piru" Gainza. Así entró a formar parte de la gran historia rojiblanca y de la mítica delantera.
Durante sus años de permanencia al Club de los "leones" de San Mamés ganaría cuatro copas en total (las de 1945, 50, 55 y 56) y una liga (1956), el año de su retirada del fútbol activo. A lo largo de este tiempo participó en 167 partidos de liga, en 37 de copa y en 45 encuentros de carácter amistoso.
Su debut con la selección absoluta estatal tuvo lugar en Dublín. Siempre a las órdenes de Pedro Escartín, coincidió en el combinado hispano con hombres de la calidad del azulgrana Kubala.
Señalemos que su consagración como jugador de élite había surgido como un cohete, en el transcurso de la temporada 1948-49. Fue cuando ya definitivamente pasó del Barakaldo al Athletic de jugar en segunda división a primera como "león" y pronto a la internacionalidad absoluta.
Siempre supo compaginar la prática deportiva con su trabajo en Altos Hornos de Vizcaya. Con toda lógica, una vez retirado dedicaría sus energías laborales al negocio del hierro a tenor de la experiencia adquirida en la siderurgia.
Su último contacto con el Club sería ya como miembro de la Junta Directiva en la etapa del presidente Oraá.
Falleció el 28 de noviembre de 1994, en San Sebastián, víctima de una dolorosa enfermedad. Cientos de personas se darían obligada cita al día siguiente en la iglesia parroquial de Las Mercedes del barrio de Las Arenas (Getxo), donde vivía. Zarra, Iriondo y Gainza, los entonces tres supervivientes de la legendaria delantera, mostraron en publico su dolor, una profunda consternación, por el compañero deportivo desaparecido, por el amigo en suma. El Athletic estuvo muy bien representado en las honras fúnebres, con su presidente a la cabeza, José Mª Arrate, los miembros de la Junta Directiva, varios ex-mandatarios rojiblancos, jugadores en activo y diversos miembros del cuerpo técnico.
(Fuente: Crónica del Athletic de Bilbao 1994 - 1995)
miércoles, 19 de mayo de 2010
San Mamés o el santo que da nombre a "La Catedral" del fútbol
El Athletic fijó en 1913 la ubicación de su definitivo campo, tras los titubeantes inicios en dos recintos muy alejados de Bilbao, en Lamiako (Leioa) y en Jolaseta (Getxo), ahora en un terreno colindante con la Santa Casa de Misericordia. En el momento de buscar un nombre, nada pareció más apropiado que el del santo que se venera en la capilla de esa bilbainísima institución benéfica. Así San mamés ha pasado a la historia como "La Catedral" del fútbol, siendo el estadio más antiguo de la Primera División.
A modo de cuento de hadas, debemos conocer la hermosa leyenda que rodea la vida de San Mamés para descubrir su vinculación con el león; pues éste de ha convertido en símbolo de la garra que desde hace más de un siglo ponen los jugadores rojiblancos. La existencia de ese chaval y la de sus padres está envuelta de magia y milagros.
Hemos utilizado como fuentes el boletín quincenal interior de la Santa Casa de Misericordia de Bilbao: "San Mamés" (publicación que un bilbaino de adopción, llamado Emilio Trascasa, conserva intacta como un autentico tesoro) y tres libros fundamentales, a saber: Histoire de Saint Mammés, patron de la Cathedrale de Lagres, de Tomás Bailly; junto a dos obras del mismo titulo: Vida de San Mamés, que firman Miguel Moreno y fray José Moreno.
Teodoto y Rufina, un matrimonio joven, rico y piadoso, que vivía en Gangria de Galacia, esperaba con ilusión el nacimiento de su primogénito. El edicto del año 257 de nuestra era del emperador Valeriano prohibía los actos de culto de los cristianos. Los gálatas pasaban por ser de indomable carácter, y a pesar de estar sometidos a los romanos desde siglos atrás, todavía conservaban con altivez su idioma y sus tradiciones.
Así que este inquebantable matrimoni, terco es su fe, fue conducido, encadenado, a Cesárea y sepultado en una infecta mazmorra. Al poco tiempo muere Teodoto y, más tarde, fallece también Rufina al dar a luz a su hijo Mamés.
Por aquel entonces, un ángel desciende del cielo a la rica mansión de una matrona caritativa llamada Amia y le manda adopte al recién nacido como legado celestial. Cuando Mamés cumple 13 años muere su madre adoptiva y el rico chaval no duda en repartir su fortuna entre los pobres de Cesárea. Mamés se dedica luego al pastoreo y a la oración. Unas veces en el desierto y otras en la campiña solitaria, transcurren en paz dos años de su vida.
Más tarde, fue el propio emperador Aureliano quien, a latigazos, trató de arrancar del jovencito la renuncia a Jesucristo; pero el mismo Dios hizo que las piedras lanzadas contra Mamés se retornaran violentas contra sus enemigos. Además, las llamas del fuego destinado al piadoso muchacho se volvieron fatídicas para sus carceleros. La tradición asegura que cuando iba a ser arrojado al fondo del mar, sujeta al cuello una enorme piedra, un ángel del cielo lo trasladó al monte Argeo.
A últimos de agosto del año 275, los soldados dan con el retiro de Mamés en el Argeo. Después, mientras explica los Evangelios, las fieras salvajes van saliendo sigilosa y mansamente de las madrigueras, rodeando incluso a los soldados romanos. Interviene Mamés y les garantiza que nada malo ocurrirá si le dejan libre, y promete presentarse en breve ante Alejandro, el prefecto de Capodocia.
Pero Alejandro dispuso que lo quemaran vivo. Menos mal que el Señor acudió de nuevo en su ayuda al salvarle de las llamas. Se asegura que más tarde un fiero león saltó a la arena del circo de Cesárea con gesto arrogante y señales carniceras, pero terminaría acercándose dócilmente a Mamés ante la incredulidad general, doblándose en inequívoca señal de sumisión y cariño.
Entonces el prefecto, ciego de furor, ordeno a uno de sus soldados que abriera en canal con un tridente el cuerpo del tierno adolescente, proporcionandole así la corona del martirio.
Su fiesta se conmemora en el Martirologio Romano el 17 de agosto, pero en muchos lugares sus fieles devotos honran su memoria el día 7 del mismo mes. En realidad, en esos casos usan los distintos nombres de Mamante, Mamas, Mamete, Mamed y Mamiñe.
El magnífico relicario que hoy se guarda en la capilla de San Mamés de la Santa Casa de la Misericordia de Bilbao (obsequio de la Diputación de Zaragoza) encierra un trozo del cráneo del mártir.
(Fuente: Crónica del Athletic de Bilbao 1994 - 1995)
A modo de cuento de hadas, debemos conocer la hermosa leyenda que rodea la vida de San Mamés para descubrir su vinculación con el león; pues éste de ha convertido en símbolo de la garra que desde hace más de un siglo ponen los jugadores rojiblancos. La existencia de ese chaval y la de sus padres está envuelta de magia y milagros.
Hemos utilizado como fuentes el boletín quincenal interior de la Santa Casa de Misericordia de Bilbao: "San Mamés" (publicación que un bilbaino de adopción, llamado Emilio Trascasa, conserva intacta como un autentico tesoro) y tres libros fundamentales, a saber: Histoire de Saint Mammés, patron de la Cathedrale de Lagres, de Tomás Bailly; junto a dos obras del mismo titulo: Vida de San Mamés, que firman Miguel Moreno y fray José Moreno.
Teodoto y Rufina, un matrimonio joven, rico y piadoso, que vivía en Gangria de Galacia, esperaba con ilusión el nacimiento de su primogénito. El edicto del año 257 de nuestra era del emperador Valeriano prohibía los actos de culto de los cristianos. Los gálatas pasaban por ser de indomable carácter, y a pesar de estar sometidos a los romanos desde siglos atrás, todavía conservaban con altivez su idioma y sus tradiciones.
Así que este inquebantable matrimoni, terco es su fe, fue conducido, encadenado, a Cesárea y sepultado en una infecta mazmorra. Al poco tiempo muere Teodoto y, más tarde, fallece también Rufina al dar a luz a su hijo Mamés.
Por aquel entonces, un ángel desciende del cielo a la rica mansión de una matrona caritativa llamada Amia y le manda adopte al recién nacido como legado celestial. Cuando Mamés cumple 13 años muere su madre adoptiva y el rico chaval no duda en repartir su fortuna entre los pobres de Cesárea. Mamés se dedica luego al pastoreo y a la oración. Unas veces en el desierto y otras en la campiña solitaria, transcurren en paz dos años de su vida.
Más tarde, fue el propio emperador Aureliano quien, a latigazos, trató de arrancar del jovencito la renuncia a Jesucristo; pero el mismo Dios hizo que las piedras lanzadas contra Mamés se retornaran violentas contra sus enemigos. Además, las llamas del fuego destinado al piadoso muchacho se volvieron fatídicas para sus carceleros. La tradición asegura que cuando iba a ser arrojado al fondo del mar, sujeta al cuello una enorme piedra, un ángel del cielo lo trasladó al monte Argeo.
A últimos de agosto del año 275, los soldados dan con el retiro de Mamés en el Argeo. Después, mientras explica los Evangelios, las fieras salvajes van saliendo sigilosa y mansamente de las madrigueras, rodeando incluso a los soldados romanos. Interviene Mamés y les garantiza que nada malo ocurrirá si le dejan libre, y promete presentarse en breve ante Alejandro, el prefecto de Capodocia.
Pero Alejandro dispuso que lo quemaran vivo. Menos mal que el Señor acudió de nuevo en su ayuda al salvarle de las llamas. Se asegura que más tarde un fiero león saltó a la arena del circo de Cesárea con gesto arrogante y señales carniceras, pero terminaría acercándose dócilmente a Mamés ante la incredulidad general, doblándose en inequívoca señal de sumisión y cariño.
Entonces el prefecto, ciego de furor, ordeno a uno de sus soldados que abriera en canal con un tridente el cuerpo del tierno adolescente, proporcionandole así la corona del martirio.
Su fiesta se conmemora en el Martirologio Romano el 17 de agosto, pero en muchos lugares sus fieles devotos honran su memoria el día 7 del mismo mes. En realidad, en esos casos usan los distintos nombres de Mamante, Mamas, Mamete, Mamed y Mamiñe.
El magnífico relicario que hoy se guarda en la capilla de San Mamés de la Santa Casa de la Misericordia de Bilbao (obsequio de la Diputación de Zaragoza) encierra un trozo del cráneo del mártir.
(Fuente: Crónica del Athletic de Bilbao 1994 - 1995)
miércoles, 12 de mayo de 2010
"Yo grité más fuerte..."
Artículo publicado en el número 25 de la revista Athletic Club
(Marzo 2010)
Julían López, humorista
"¿Por qué eres del Athletic si eres de Cuenca?. Ésta es la pregunta que más me hace la gente cuando les hablo de mis inclinaciones futbolísticas. Los que la formulan pueden ser conocidos, internautas, nuevos compañeros, periodistas... pero a todos les une lo mismo: no saben de fútbol. Y no conocen lo que es ser 'futbolero'"
A quien sí lo es, no le extraña que, aun habiendo nacido en El Provencio (Cuenca), seas forofo del Athletic Club de Bilbao.
Desde niño, mi padre me inculcó los valores y la tradición futbolística de nuestro equipo. Con él, hizo lo propio mi abuelo. En mi familia hay bastantes rojiblancos, algunos atléticos, eso sí. Así que cuando mi papá me compró la equipación siendo niño, yo me la ponía tan orgulloso y mis amigos de la infancia, amantes del fútbol, lo veían tan normal. Lo que decía antes: futboleros.
Luego vino Julen Guerrero, que afianzó mi devoción por este gran club. En esa época, sin internet y en mi pueblo, me las ingeniaba para interceptar con mi transistor emisoras como Radio Euskadi, para escuchar los partidos y las noticias. Entonces, San Mamés me parecía un mundo lejano, algo que jamás conocería. Ahora desde Madrid, gracias a la red, me emociono con comentaristas como Guillermo Estecha o Jose Iragorri. Y por fin he podido ver partidos en La Catedral y, lo que es más importante para mí, me he llavado a mis padres.
También he de decir que apenas recuerdo los últimos títulos. Por eso, la final de Copa de Valencia la viví como algo excepcional en mi vida. Por primera vez, y con uso de razón (o eso creo...), iba a ver a mi Athletic disputar un título.
"¡Un título!", les decía a algunos de mis mejores amigos, madridistas y barcelonistas. Amigos a los que me ha costado hacerles ver que si ellos tienen en la retina el gol de Zidane en la final de la Champions, yo tengo el de Ziganda al Newcastle. Si tienen el de Belletti en París, yo tengo el de Joseba haciéndonos subcampeones de Liga. Si tienen el de Mijatovic a la Juve, yo tengo el de Toquero en Mestalla y sus minutos de gloria...
¿Y sabéis qué? Creo que yo los grité más fuerte...
¡Aupa Athletic!
(Marzo 2010)
Julían López, humorista
"¿Por qué eres del Athletic si eres de Cuenca?. Ésta es la pregunta que más me hace la gente cuando les hablo de mis inclinaciones futbolísticas. Los que la formulan pueden ser conocidos, internautas, nuevos compañeros, periodistas... pero a todos les une lo mismo: no saben de fútbol. Y no conocen lo que es ser 'futbolero'"
A quien sí lo es, no le extraña que, aun habiendo nacido en El Provencio (Cuenca), seas forofo del Athletic Club de Bilbao.
Desde niño, mi padre me inculcó los valores y la tradición futbolística de nuestro equipo. Con él, hizo lo propio mi abuelo. En mi familia hay bastantes rojiblancos, algunos atléticos, eso sí. Así que cuando mi papá me compró la equipación siendo niño, yo me la ponía tan orgulloso y mis amigos de la infancia, amantes del fútbol, lo veían tan normal. Lo que decía antes: futboleros.
Luego vino Julen Guerrero, que afianzó mi devoción por este gran club. En esa época, sin internet y en mi pueblo, me las ingeniaba para interceptar con mi transistor emisoras como Radio Euskadi, para escuchar los partidos y las noticias. Entonces, San Mamés me parecía un mundo lejano, algo que jamás conocería. Ahora desde Madrid, gracias a la red, me emociono con comentaristas como Guillermo Estecha o Jose Iragorri. Y por fin he podido ver partidos en La Catedral y, lo que es más importante para mí, me he llavado a mis padres.
También he de decir que apenas recuerdo los últimos títulos. Por eso, la final de Copa de Valencia la viví como algo excepcional en mi vida. Por primera vez, y con uso de razón (o eso creo...), iba a ver a mi Athletic disputar un título.
"¡Un título!", les decía a algunos de mis mejores amigos, madridistas y barcelonistas. Amigos a los que me ha costado hacerles ver que si ellos tienen en la retina el gol de Zidane en la final de la Champions, yo tengo el de Ziganda al Newcastle. Si tienen el de Belletti en París, yo tengo el de Joseba haciéndonos subcampeones de Liga. Si tienen el de Mijatovic a la Juve, yo tengo el de Toquero en Mestalla y sus minutos de gloria...
¿Y sabéis qué? Creo que yo los grité más fuerte...
¡Aupa Athletic!